Reinado de la Verguenza

Por
Juan Esteban Villegas

Son las 9 de la mañana de un día martes. El fuerte viento que zumba por la Main Street de Paterson hace que las canecas de la basura rueden de aquí para allá. Entro a la panadería La Sultana, (el consulado colombiano de Paterson), pido un café con leche y dos pandebonos. Me siento a comer. A mi lado, muy encachacadas, oliendo a perfume caro, se encuentran dos mujeres de más o menos cincuenta años cada una. Comen empanada con tinto mientras conversan:

- Oiste óle, ¿viste que tan bonitas estuvieron las candidatas a Señorita Colombia? – le dice la una a la otra.
- ¿Que si qué? Pero es que ponéte a pensar mija, hoy en día con tanta pendejada, tanta cirugía, ¿quien se va a ver fea?
- Deja la bulla boba, que hace poquito que estuve en Manizales me quedé impresionada al ver pelaítas de 15 y 16 años con silicona.
- Pero si, vos tenés razón...hubo unas culicagadas bien lindas en ese reinado. Se lo merecen. Allá no llega cualquiera.

Termino de comer, abandono la panadería y una profunda tristeza por mis compatriotas se me encarama encima. Y es que Colombia siempre ha estado empapada por muchas cosas, entre las que sobresalen la esperanza, los guerrilleros, las buenas costumbres, los paracos, el hambre, la pobreza, el desempleo, políticos cada vez mas cochinos, desplazados por la violencia, entre otras.

Pero últimamente, a raíz del tan destructivo e inocente fenómeno de la niña – cuyos estragos seguirán sintiéndose hasta enero del año entrante - gran parte de nuestra patria se ha visto empapada por fuertes lluvias e inundaciones.

Las cifras no son para nada alentadoras: 9,500 damnificados en más de once departamentos. Cientos de miles de familias que se encuentran en riesgo, debido a las zonas en las que habitan. En los departamentos de Córdoba, Atlántico, Bolívar y la Guajira, miles de calles están obstruidas por las inundaciones. Los cultivos se fueron para el carajo. Pantano, mierda, animales y gente muerta por todo lado. “Que pecao’ de esa gente” decimos todos, ante semejante situación.

A unos cuantos kilómetros de distancia de esos húmedos infiernos, donde la gente, con balde en mano, descalzos, con hambre, y a punto de contraer alguna enfermedad, sacaban la inmundicia de sus casas de bahareque y ladrillo sin revocar, veinticinco niñas con caras de porcelana y de cuerpos diabólicos, desfilaban en vestido de baño y traje de gala en Cartagena, frente a una muchedumbre que no tenía idea alguna sobre lo que es tener el “rancho” inundado y a los hijos con diarrea a causa de la desnutrición.

Estas reinas de tetas de ensueño y culos que no dejan dar sueño, en su mayoría mozas de los traquetos que tanto mal le han hecho y le siguen haciendo al país, que van a la universidad a estudiar negocios internacionales o comunicación social, y que tienen como meta ayudar a los niños pobres de Colombia y ser presentadoras de farándula de un canal nacional (esto último obviamente nunca lo dicen), sonríen a las cámaras sin saber que la mejor forma de ayudar a mejorar la situación es rehusándose a formar parte de un espectáculo tan maricón como ese, que no solo cuesta miles de millones de pesos que bien se podrían emplear en obras sociales, sino que también convierte a la mujer en un objeto sexual que mientras mas postizo y trivial sea, más valor tiene.

Razón tenía el escritor paisa Fernando Vallejo, al afirmar que “Colombia es un país asesino, oportunista y traidor”, puesto que mientras nuestra patria se sigue desmoronando, mientras más gente es asesinada, secuestrada o desplazada a causa de la violencia, nosotros (tanto los que vivimos aquí como allá) pretendemos lavarnos la conciencia diciendo “que pecao’ de esa gente”, pero igual seguimos poniéndole más cuidado al fútbol de los domingos, a las viejas en bola, y al programa “sábados felices”.

Me sirvo un guaro, prendo un cigarrillo y brindo por una Colombia nueva, hijueputa! ¿Se le apunta?