8.05.2006

Rafael Pombo no sabe contar historias. Yo tampoco.

Charlaban el esperma y el ovulo en el café Falopio cuando un brutal zambombazo en el establecimiento causó que el ovulo se fundiera en el esperma con tal aberración que pareciese anhelar ser siamés. (Era su mundo idealista y cursi)

Siendo esa la razón por la cual el producto de esta fusión resultó ser hijo de la chifladera y la paranoia, ya que éste necesitó de una mísera bolsa para acunarse durante esos largos nueves meses de tormenta, y al hallar un muelle al cual aferrarse, precisó de alguien - que le era ajeno - para que lo anclase sin pudor alguno a esa tierra inhóspita que llaman vida. (Un gineco-obstetra muy pulcro)

Al desembarcar, fue quizás tanto el asombro por tan pútrido terreno que su culo rió y se vio enseguida chapuceando en un zumo tono ocre obligando, pues, a su portador a apelar al uso de una manta algo tosca que le tajaría el alma por un buen tiempo. (Pañales que llaman)

Dicho ente creció chupando paletas de calostro, llorando, conversando con Morfeo, cayéndose, deleitándose con los hijos de la flema y haciéndole el amor a la ecolalia, hasta que aprendió a musitar. Luego fue forzado a pagar una deuda contraída por Judas, a quien nunca autorizó a venderle y, vestido de blanco y con la asistencia de un cura chupa-cirios, fue bautizado y más tarde fue convidado a una mini - oblea por primera vez.

Prosiguió por tan pedregoso sendero y enjalmó una bestia que adolecía lerdamente. Al galopar, se topó con baches de pus, con arroyitos de mujeres morbosas mas no bastas, con flores esnobistas, cuyos tallos destilaban un polen pueril y de matiz gringo, con trapiches en los que el alcohol era fundido en un paladar que no era el suyo y que por consiguiente lo indujeron a bañarse en licores iconoclastas e irreverentes que le quemaban su piel. (Anhelaba tirar piedras en los motines universitarios)

Al desmontar ese caballo, en el establo de la adultez, vistiendo saco y corbata, dejándose azotar por la rutina y exhibiendo su licenciatura como titulo nobiliario, invitó a cierta ninfa a nadar en aguardiente, y luego de unas copas se vieron un esperma y un ovulo charlando nuevamente en el café Falopio. Hicieron de la lástima un amor eterno. (Un obseso más pisó tierra)

Transcurrieron los siglos, Y fue esa misma lástima, la que lo moderó para no copular como loco; lástima a la que después maldijo una vez se halló atado al árbol de la senectud e incapaz de enarbolar ese mástil que lo había hecho tan feliz mientras galopaba aquella bestia pubescente.

Hizo de las pastillas sus amantes, de la cantaleta su pelaje, y de las aflicciones físicas sus más salíferas lágrimas; lágrimas que pudieron haber parido los versos mas lindos, pero que gracias a ese titulo nobiliario no pudo plasmar sobre el papiro, ya que los horarios aun lo acribillaban. (El pobre no calificó para la pensión del seguro social).

Unos diítas después, fue expuesto en la galería de la parca. Y acá yo, mientras despunto estas palabras, pienso que ese viejo, quien nació de una charla, puede que haya sido un bohemio decepcionado de la tierra tan árida que tuvo que arar con el azadón del pragmatismo, y me pregunto porque tuvo que llevar una vida tan común si su afición verdadera era el misticismo, pero una vez más, tal y como ha sucedido en muchas otras ocasiones, comprendo que el conformismo y la paranoia que produce el vivir en un mundo tan frívolo, relegado y burdo como este, son nuestro destino. (Descarado aquel que lo niegue)

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