11.02.2006

Esta cara

Esta cara que tanto odio es una cara aseada. Bañada una infinidad de veces por aguas saladas, aguas de pez y limón, aguas que fluyen por instinto, sin pedir permiso. Es una cara enjuta, que me conversa en tonos ocres y carmesíes, un rostro de ayer, de hoy, no se si de siempre. Mi cara. Esa cara que no elegí, una cara que me entristece, y que porta unos ojos negros, penetrantes, unas pupilas resentidas, tristes desde siempre, felices desde nunca. Unos ojos que gatean a unas tupidas cejas color azabache. Una cara de niño castigado, una cara malvada, que me acecha, que me persigue, que hace que yo le tema a los espejos crueles, fríos e indiferentes. Es la cara en la cual mi boca vive. Una boca que muerde labios, echa flores, besa cigarros y huele a luna, es decir a nada. Una boca común y corriente, boca diminuta, pulcra y ramera. Es una cara voluble e infantil. Una cara que ríe al llegar la noche, cuando hace parte de esas orgías del nácar a las que nunca soy invitado. Yo rento el espacio. Toca mi cara, ¡puta! Tócala, pruébame que siempre ha sido así, como de durazno huérfano.

Juan E. Villegas

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