8.09.2007

Hurgando en mis raices.

La mayor parte de mi niñez la viví en casa de Gustavo Restrepo y Nora Ortiz, mis abuelitos maternos. La casa, ubicada en el barrio Belén Parque de Medellín, ha tenido siempre un largo corredor, un bello balcón y una amplia terraza. No fue revocada hasta principios de los noventa, época en la que comencé a ir a la guardería “Aleluyas” con mi lonchera azul de René Higuita. Fueron muchos los regaños que me gané por pintar la pared con crayolas y ensuciarla con mis manos. Pero mi familia no ha sido una familia pegona; nunca fui víctima de golpes con el cable de la plancha, el metro mojado, o la hebilla de la correa como les ha sucedido a muchos.

Gracias a que mi abuela (quien fue la que me crió por que mi cucha tuvo que trabajar) nunca estuvo ni ha estado de acuerdo con las pelas, mi castigo tenia altas dosis de pedagogía y sensibilidad artística: me hacía coger la flauta dulce que me compró mi mamá en una feria de San Alejo, me sentaba en el sillón de la sala, y me colocaba música en el equipo de sonido. Feliz pero a la vez confundido por no saber si aquello se trataba de un castigo o un “mimo”, yo me quedaba horas y horas sentadito, tratando de remedar las melodías que tanta compañía brindaron a mi niñez.

Algunas canciones eran de Richard Clayderman, un pianista francés que una vez se presentó en el show de las estrellas de Jorge Barón y al que el mundo conoce por su canción “Balada para Adelina”. Pero mi abuela también me ponía pasillos, valses, bambucos, boleros, todo tipo de canciones que pertenecen a la llamada “música vieja”, esa misma que les sirve de pretexto a muchos colombianos para beber, decir hijueputa, y pegarle a sus esposas e hijos. Concentrado en mi arte, pasaba largas horas intentado tocar, de oído, los boleros de Alci Acosta y Daniel Santos, los bambucos de Jorge Villamil y Héctor Ochoa, los valses y pasillos de Garzón y Collazos, y los tangos de Cátulo Castillo, Enrique Santos, y mister Gardel, música esta que formó parte de aquellos días de “castigo” que hoy recuerdo con brutal nostalgia.

Pero esta música no solo hizo presencia en aquellos momentos de mi vida en los que me porté mal. Cada que podía, en un enorme carro verde que tenía mi abuelito, mi familia solía dar mucho “la vuelta a oriente”. El carro se parecía mucho al “bati-móvil”, y en él visitábamos pueblos como Rionegro, La Ceja, El Carmen, El Retiro, Guarne, Marinilla y El Santuario.

Gracias a mi virtud de “vomitón”, yo siempre tenía que comprar una cajetilla de chicles Adam’s y tomarme dos mareol antes de salir. Tras horas de andar en carro, parábamos en humildes estaderitos a comer arepa de chócolo con queso y chocolate, todo esto mientras, de fondo, se oían Las Acacias, La Ruana, El Enterrador, entre otras, mientras yo me deleitaba con la precisión que tenían esas letras para describir el olor a monte, finca, vacas, caballos, boñiga, y arrieros, el olor a esa Antioquia que tanto amo (así haya nacido en ella por pura coincidencia) y que hace ocho años no veo. Hoy por hoy, que me afeito, que tengo cédula, que bebo vino, fumo Marlboro, leo con fervor y no toco flauta sino piano, he entendido que escuchar flamenco, música clásica, rock, jazz, baladas o reggae, es como soñar que se está hablando con Dios, pero untarme de pasillos, bambucos, valses, boleros, tangos, tiples, bandolas, guitarras y requintos, es hablar con Dios mismo, si es que existe.

Es muy triste que uno se tenga que sentar a escribir esto para darse cuenta de que los días y las noches de la infancia ya se fueron. Pero por lo menos sirve para darme cuenta de que la melancolía y la nostalgia no son más que la simple y llana alegría de estar triste.

ÑAPA: Me gustaría pedirle a Daddy Yankee que me diera más gasolina para poder mandarlo a quemar a él y al resto de pendejos que, con su ruido, embrutecen cada día más al mundo. Si el asunto es de erotismo, de sensualidad, de sudor y clímax, pues ¡divulguemos el mapalé!


Texto: Juan Esteban Villegas

8.08.2007

Mi Guitarra y Vos


Que viva la ciencia,
Que viva la poesia!
Que viva siento mi lengua
Cuando tu lengua está sobre la lengua mía!

El agua esta en el barro,
El barro en el ladrillo,
El ladrillo está en la pared
Y en la pared tu fotografia.

Es cierto que no hay arte sin emoción,
Y que no hay precisión sin artesania.
Como tampoco hay guitarras sin tecnología.
Tecnología del nylon para las primas,
Tecnología del metal para el clavijero.

La prensa, la gubia y el barniz:
Las herramientas de un carpintero.
El cantautor y su computadora,
El pastor y su afeitadora,
El despertador que ya está anunciando la aurora,
Y en el telescopio se demora la última estrella.

La maquina la hace el hombre...
Y es lo que el hombre hace con ella.
El arado, la rueda, el molino,
La mesa en que apoyo el vaso de vino,
Las curvas de la montaña rusa,
La semicorchea y hasta la semifusa,
El té, los ordenadores y los espejos,
Los lentes para ver de cerca y de lejos,
La cucha del perro, la mantequilla,
La yerba, el mate y la bombilla.

Estás conmigo,
Estamos cantando a la sombra de nuestra parra.
Una canción que dice que uno sólo conserva lo que no amarra.
Y sin tenerte, te tengo a vos y tengo a mi guitarra.

Hay tantas cosas
Yo sólo preciso dos:
Mi guitarra y vos
Mi guitarra y vos.

Hay cines,
Hay trenes,
Hay cacerolas,
Hay fórmulas hasta para describir la espiral de una caracola,
Hay más: hay tráfico,
Créditos,
Cláusulas,
Salas vip,
Hay cápsulas hipnóticas y tomografias computarizadas,
Hay condiciones para la constitución de una sociedad limitada,
Hay biberones y hay obúses,
Hay tabúes,
Hay besos,
Hay hambre y hay sobrepeso,
Hay curas de sueño y tisanas,
Hay drogas de diseño y perros adictos a las drogas en las aduanas.

Hay manos capaces de fabricar herramientas
Con las que se hacen máquinas para hacer ordenadores
Que a su vez diseñan máquinas que hacen herramientas
Para que las use la mano.

Hay escritas infinitas palabras:
Zen, gol, bang, rap, Dios, fin...

Hay tantas cosas
Yo sólo preciso dos:
Mi guitarra y vos
Mi guitarra y vos.




Texto: Jorge Drexler
Foto: No sé quien diablos la tomó.

8.03.2007

Afrodisiaca y Curativa eres Colombia!


Se vendió chunchurria, fritanga, boje, mondongo, salchipapa, mango biche con sal, obleas con arequipe, salpicón con helado y barquillo incluido, carne a la “llanera”, arepita con quesito y mantequilla, sancocho, fiambre con huevito, aguacate, platanito maduro, carne molida, arroz y chicharrón. Eso, para quienes querían consentir su voraz estomago de gamín.

Para los melómanos, los que bailan mientras asean la casa los domingos o hacen fila en el banco, para los que la cumbia, la salsa y el vallenato no son simples géneros musicales, sino más bien estilos de vida aliñados con letras ricas en filosofías del pueblo. Sí, para ellos, estuvo la Sociedad Vallenata con temas del Binomio de Oro (con Rafael Orozco sonriendo desde su tumba), los Inquietos y los Diablitos, haciendo llorar esos acordeones como quien las odia.

Pero sería de pendejos dejar a un lado el número del grupo folklórico “Orquídea de Oro de Colombia”, que dirigido por Nurys Capello, la currambera de oro, la abuelita querendona de todos los colombianos aquí en New Jersey, sacaron sus tambores, sus gaitas, sus maracas, sus guacharacas (sin nada que envidiarles a los Gaiteros de San Jacinto) dando muestra de bellos y picantes porros, cumbias, bullerengues, torbellinos, guabinas, y mapalés, este último, considerado el baile más erótico del planeta tierra. ¡Al mismísimo infierno con el reggaeton! ¡Hay luz de cumbiamba! Formando círculo los bailadores llevaban esperma prendida. ¡Linda y larga tradición la de esta tierra Colombiana!

¡Ah! y el mejor de la tarde, Pastor López, “el Indio”, el colombiano por adopción, quien con todo y sus bambas, le cantó a las Traicioneras, a las Brisas del Valle, a los Ausentes, a las Pecadoras, a Pereira y a las Caleñas. Venezolano éste quien junto a Los Betas y el Súper Combo los Tropicales, tantas fiestas y navidades colombianas ha amenizado con sus cumbias de antaño.


A medida que los asistentes se acercaban a la tarima, empezaban a brillar hebilla y levantaban el arenal de la cancha de béisbol del parque Foschini de Hackensack, la estela de polvo se hacía cada vez mas latente, develándose, tras esta, los sudorosos y alegres rostros de esos que anhelaban no estar lejos de su terruño.

Y para los que fueron con el propósito de alimentarse, y no precisamente con delicias gastronómicas como aquellas enunciadas al comienzo de este escrito, estuvieron las sirenas paisas, caleñas, costeñas, tolimenses, huilenses y risaraldenses, con sus “quiubo pues”, sus “ajá y que”, sus “mirá, ve”, sus jeans ceñidos, sus trenzas de ensueño, sus lentes de sol y sus camisetas del nacional, del “Poderoso”, del Cali, del Junior, del Millos. Unas, más querendonas de su tierra, portaban blusas que rezaban “Yo nací en La República de Colombia” o “Que chimba ser Antioqueña”.


El que estaba allí no sabía si la alta temperatura se debía al verano o a las caderas, bustos, rostros, piernas y abdómenes de esas niñas que atacaban directo a la presión, a las glándulas sudoríparas y a la columna. Lo de vertebral o emocional, eso ya lo decide usted. Ninfas que desfilaban una tras otra, con la mirada de más un parsero, socio o llavecita que, haciéndosele el bobo a su “polla” o “señora”, torcía los ojos para con ellos recorrer las cadenciosas curvas de aquellos maléficos cuerpos, cuan bellos tributos a la estética y a la ética. Y digo ética por que es que la belleza sabe de moral y de valores. No discrimina a aquel que quiere apreciarla. Lo de tenerla ya es caso aparte.

Todo eso se presencio después de que el presidente Álvaro Uribe, acompañado por el canciller Fernando Araujo, y varios de sus ministros, abandonaran el recinto. A eso de las 11:30, resguardado por siete u ocho moles de masa, vestidos a lo James Bond, el mandatario colombiano hizo su llegada al parque, mientras que gran parte (porque mentiría si dijese que fueron todos) de los colombianos allí presentes, lo aplaudían.


Tras breves intervenciones por parte del alcalde de Hackensack, Jorge Meneses, y del presidente de la junta de concejales del condado de Bergen, Thomas Padilla, Uribe Vélez, con típica voz de arriero paisa, regañón y rezandero, se dirigió al público diciendo: “Cuando llegaba ahora saludaba a algunos de ustedes que están aquí en frente me hacía esta reflexión: estos compatriotas, muchos tuvieron que salir del país por la violencia, muchos tuvieron que salir por falta de oportunidades de empleo, por falta de crédito, por falta de dinamismo de la economía y en lugar de estar resentidos, en lugar de estar amargados, están hoy celebrado, el 20 de julio con patriotismo con alegría, con espontaneidad, con fe en el futuro de Colombia”.


Y adhirió: “Colombia no es el narcotráfico, Colombia no es la guerrilla, Colombia no es el paramilitarismo, Colombia no son los casos de corrupción, Colombia son los 43 millones de ciudadanos viviendo en el territorio de la Patria y en países como los Estados Unidos que noble y amablemente alberga a tantos ciudadanos de Colombia trabajando de sol a sol con integridad, con gran dedicación y con toda la honradez”.


Lo que alli se dio fue un "gerontouribismo": muchos de los que madurgaron al festival para poder oír a Álvaro, fueron gente adulta, anciana, que tenían como bastón a un nieto, una nieta, una hija o un hijo.

Así, con música, discursos políticos, comida, arroyitos de lindura, con una alegría que le era proporcional a la ignorancia, lejos de todo part-time, full-time y status migratorio, los colombianos exiliados en el estado Jardín celebraron su 197mo aniversario como nación "soberana". ¡El bien germinaba allá!

Un poema en honor al país de las mujeres más bellas y el mejor café del mundo, y no una simple y llana prosa periodística, sería la mejor manera de finalizar un texto como estos. Por eso, parodiando a un par de poetas argentinos, me gustaría decir:“Colombia tropical nación hermana, jardín de nuestra América del Sur, tú cantas entre ríos y montañas, te riega el Cauca, sueña el Sinú. Coronan dos océanos tu frente, tus selvas, tus llaneras pintan el sol...Bailando en Envigado y en Armenia, bebiendo tu aguardientico y me embriagué, tus damas son locuras que enveleñan como el aroma de tu café. Soñando entre esas flores que cultivas, Colombia quiero amarte y no partir, no en vano al Medellín de tus orquídeas; ¡Gardel mi hermano vino a morir!

Larga vida a esa tierra atravesada por frío, calor y efervescencia. Larga vida a esa tierra tan llena de ciudades amables y mujeres lindas. Larga vida a la tierra de la Virgen del Carmen y el Señor Caído de Buga. Larga vida al país de las frunas, el bolis, el mani-moto, el barrilete y el tutti-fruti. Larga vida a la nación de los sombreros vueltiao’s y los carrieles de nutria. Larga vida a la tierra de los Guambianos, Pijaos, Quimbayas y Wayús. Larga vida a la República de Colombia. Nuestra Colombia.


Colombia es bonita. Los feos somos nosotros, los colombianos.


Texto y foto: Juan Esteban Villegas