3.31.2007

Oración del Ateo

"Oye mi ruego Tú, Dios que no existes, y en tu nada recoge estas mis quejas. Tú que a los pobres hombres nunca dejas sin consuelo de engaño. No resistes a nuestro ruego y nuestro anhelo vistes. Cuando Tú de mi mente más te alejas, más recuerdo las plácidas consejas con que mi alma endulzome noches tristes. ¡Qué grande eres, mi Dios! Eres tan grande que no eres sino Idea: es muy angosta la realidad por mucho que se expande para abarcarte. Sufro yo a tu costa, Dios no existente, pues si Tú existieras existiría yo también de veras"......Miguel de Unamuno.

Y como yo no soy poeta del todo, me limito no más a poner el "Amén".

Juan Esteban Villegas

3.26.2007

DE CÓMO NO SE DEBE SER “ALGUIEN” EN LA VIDA

El fogueo que nuestro país ha tenido últimamente a nivel internacional es algo que realmente descresta. Todo mundo nos visita. Tanta dulzura por parte de los extranjeros resulta ya hostigante. En fin. No viene al caso discutir eso. Pero es por esa misma razón, que me veo en la obligación de decir que me voy a tomar el atrevimiento de asumir que todos ustedes, los aquí presentes, son colombianos.

Si es así, puedo entonces decir que nacimos en un país en el que, además de ser haber sido criados con agua-panela con leche y sopa de ahuyama, fuimos también levantados a punta de frases como: ¡Usted tiene que ser alguien en la vida! (Como si el hecho de estar vivos no supusiera ya una responsabilidad enorme). Y claro, a uno no le quedaba más de otra que embutirse la sopita, bogarse el tan codiciado elixir y a estudiar juicioso, y si uno quería salir a la calle a jugar un picaíto, catapis o pisingaña, primero se tenían que hacer las tareas. Había que llegar lejos, para que los “cuchos” se sintieran orgullosos de habernos parido.

Abuelos, papás e hijos colombianos: todos portadores de una cédula de un país cuyo sistema piensa que las escuelas y las universidades son la verdadera base del progreso, pero a mi me resulta estúpido pensar que un país, que tiene a gran parte de su población desempleada y sumida en la extrema pobreza, va a ser capaz de progresar con esa mentalidad. ¡Pellizquémonos, hombre! ¿Acaso hay algo de bello en que por cada joven que se gradúe de médico, haya otro que muera de hambre?

¡Oh Colombia, cuna de bambucos, paracos y niñas prepago! Tu loco afán por cultivar pálidos y tristes abogados, doctores, poetas e ingenieros, te está matando. Se educa por educar. Se le besa la espalda a la ignorancia como si nada, y nadie se inmuta.

La estupidez se volvió moda de varias vertientes: una de ellas es la de vestir saco y corbata, y llevar bajo el brazo una licenciatura como título nobiliario, cual si fuese un desodorante. La otra es la de vestir jeans rotos y desteñidos, camisetas del ‘che’ y pasamontañas, algo común en todos aquellos jóvenes extraviados, quienes por medio de petardos y bazucas hechas con tubos pvc, le prenden velas a un marxismo trasnochado y retrogrado, exigiendo una libertad de expresión, que a la larga no es más que un salvaje individualismo, inyectado con una dosis bárbara de amnesia, de un “no quererse acordar quienes son, de donde vienen y para donde van”.

Nunca es tarde para despertar el sentir social, para tomar conciencia del problema que se vive, para apagar la televisión y decir “no más” a la alienación y el consumerismo pendejo; nunca es tarde para rehusarse a seguir abortando valores. Pero si no se hace, este país no seguirá siendo más que una mísera finca de un millón ciento cuarenta mil kilómetros cuadrados que huelen a mortecina, corrupción, odio, indiferencia, sinsabor y extravío.

Alguien dijo en una ocasión que en Colombia era inútil tener tanta escuelita pública por ahí regada, puesto que sus ciudadanos no sentían la necesidad de leer y aprender. ¿Culpa nuestra? Quizás no, pero es preciso que actuemos como si lo fuese. En palabras del padre del nadaísmo, Gonzalo Arango, “nadie puede evadirse, ni eludir el papel que representa en el mundo moderno. Todo se relaciona de una manera profunda en esta época...”

Mientras una gran mayoría de estudiantes derrocha su tiempo asistiendo a farras baratas con intereses pubertianos, adornadas con hazañas agringadas, encontrando en éste tipo de tertulias dipsomaniacas, musicalizadas y morfinómanas, el mejor y más codiciado laxante espiritual, muchos de los profesores, por su parte, se limitan a equiparnos con las armas necesarias para conseguir un buen empleo, y eso, a quien le guste o no estudiar, le aburre.

¿El resultado? Un montón de estudiantes hablando con Morfeo, otros escuchando música, algunos haciendo dibujitos, unos cuantos jodiendo con celulares, y si acaso, dos o tres con sus ojos sobre el tablero, pero a sabiendas de que las cosas no deberían ser así.

Tras siete años de estar viviendo en Estados Unidos, concluí que como aquí hay empleos, la gente estudia por adicción, pero como en Colombia no los hay, la gente lo hace por convicción. Solo la historia dictará cual de las dos esclavitudes fue la más cruel.

Rimbaud, el niño poeta, dijo que el amor debía ser reinventado. Yo digo que la educación tiene que ser reinventada. Nosotros mismos tenemos que reinventarnos. Hoy por hoy – citando otra vez a Gonzalito - el simple hombre encarna una misión en la historia: su acción o su indiferencia implican una conducta de inmensas responsabilidades éticas, y al aceptarla o negarla, se salva o se condena.

Refiriéndose a la juventud, el escritor francés, Èmile Zola, dijo que cuando de sus deseos se trataba, ésta era inmoderada. Ojala y dentro de estos excesos esté incluido el querer tomar parte en la construcción de una nueva sociedad, de reflexionar acerca del problema que vive nuestro país, un problema que va más allá de la bendita guerrilla y la corrupción política que hoy nos acoge; un problema que se debe, en su totalidad, a nuestra pobre competitividad cultural, a nuestra baja auto-estima, al siempre querer mirar para afuera primero, ignorando lo que se tiene adentro.

Como joven que también soy, lo invito a no ser alguien en la vida, sino a ser usted mismo, a armar su propia visión de las cosas; lo invito a ser ese joven que puede discernir entre una concepción del mundo basada en lo trivial, y en una en base a lo verdaderamente puro y sublime. Lo invito a que, con plato de sopa y libro en mano, salga a la calle a educar. Sola, la cultura no entra. Se necesita mas que ésta para vivir, por que si no fuese así, todos los letrados estarían hoy en día cagando poesía. Ponga un pie en la calle, y con mano firme, intente remendar la tan deshilachada colcha social con la que actualmente se encuentran cobijados gran parte de esos cuarenta millones de compatriotas que no hacen otra cosa más que tiritar. Puede que no lo logremos, pero no llegar - decía un poeta - es también un destino.

Juan Esteban Villegas

3.19.2007

Memorias de una Rumba

Al llegar a la farra, lo único que pude ver fueron las sombras de aquellos minúsculos cuerpos totalmente amalgamados, ceñidos los unos a los otros, cuan cigarros empaquetados. Pero además de aquellas siluetas sudorosas y erotizadas, pude también ver las copas de aguardiente Cristal saltando de boca en boca, como si tuvieran vida propia.

A excepción de sus brazos (los cuales se agitaban como quien estuviera nadando) los cuerpos de los hombres, recostados sobre el paredón a mi izquierda, permanecían inmóviles, entonando a todo pulmón las letras de la música amatoria, y deleitándose, a su vez, con aquellas niñas disfrazadas de mujeres quienes restregaban frenéticamente sus caderas sobre su centro de azúcar. Tanto ellas como ellos parecían estar obligados a ser parte esa bella y macabra orgía infantil, en donde el jean era el único malo del paseo.

Mientras las bocinas del equipo de sonido vomitaban reggaeton por montones, fui a la cocina a buscar una cerveza. La destapé sin ganas, prendí un cigarro, y salí al patio.

Afuera, se oian los cucuyitos cantar lo mas de bacano. El frío era glacial. El perro de al lado no hacia otra cosa que ladrar, cosa que para mi fue algo sumamente bello, puesto que gracias a sus ladridos, el tacum, tacum...tacum, tacum de aquella música de mierda, ya no se escuchaba.

Mientras fumaba placidamente, me acordé de vos, de esas noches de agosto en las que parqueábamos el carro en cualquier parque, a oír "musiquita rara" y a hablar de todo un poquito; en las que yo me paraba encima de los carros y declamaba aquellos pésimos poemas que escribía con tanto empeño y que con tanto amor vos me celebrabas; en las que comíamos mango juntos y tu siempre te pedías la pepa; en las que, en un colchón, jugábamos a ser grandes y a querernos; en las que, acompañados por un buen tinto, te leía los cuentos de los hermanos Grimm y luego me pedías que te los explicara.

¿Sabés de que mas me acordé? De la vez que fuimos a Miami. Si no hubiese sido por vos, por tu cara de mujer hecha y derecha, la recepcionista no nos hubiese dejado registrar en el hotel. Vos siempre has aparentado mas años, no solo por tu cuerpo (porque buena si estás), sino también tus manos de durazno maduro.

Llevábamos meses ahorrando plata para el paseo. No te alcanzas a imaginar cuantos cigarros, tazas de café, libros y chicles me abstuve de comprar; algo que quizás haya sido bueno para la salud de este minúsculo cuerpo el cual estoy condenado a cuidar, pero si que fue un calvario para esa naturaleza bohemia que yo siempre me he empeñado en adoptar (el masticar chicle es un vicio yuppie, dirás vos ahora).

Ahora dudo si vos pensabas igual, pero yo no iba a dejar que nos cagaran las vacaciones por el simple hecho de que, en ese entonces, ninguno de los dos tuviese la mayoría de edad requerida para ese tipo de cosas. Hasta hoy me pregunto como convenciste a esa morenita para que nos diese la alcoba.

Mientras dialogabas con ella, yo me senté en el lobby a hojear ese librito de Beckett que compre el día que nos acostamos por primera vez. Me situé lo más lejos posible del espejo que se encontraba allí (si hay algo más cruel que no tener plata para comprar cigarrillos, es un espejo). Ese libro era una mera excusa para prentender que mis ojos estuviesen entretenidos en algo, pero es que cuando de niñas lindas se trata – debo admitirlo - la literatura vale mierda. Vos te veías lo más de chimba: tenías ambos codos apoyados sobre el mostrador de la recepción, estabas un poco inclinada hacia delante. De vez en cuando levantabas el pie izquierdo, haciendo que tu talón coqueteara con esos muslos que tantos suspiros me robaron.

Mas sin embargo todo cansa. Al cabo de un rato, me dispuse a leer el librito dizque "en serio", y fue ahí cuando volviste con la tarjeta de la habitación en tus manos. "Vamos pues", me dijiste con una cara de amargura esas que lapidan. Alzaste las cejas, torciste los labios como si fueses leporina y me hablaste en un tono de voz idéntico al de tu mamá. Quizás esa sea otra razón por la cual aparentes ser mayor.

Así nunca me lo hayas dicho, yo se que tuviste una pelea con tu familia cuando les comentaste del viaje. Tu mamá una vez me dijo que la niña de sus ojos no podía irse dos semanas para Miami con un tipo que no creía en Dios, no trabajaba (para ella todo lo que no fuera lavar baños, no era trabajo), desayunaba con Marlboro y era dizque "soberbio".

Si. Paradójicamente vos eras la niña de sus ojos, una niña cuya juventud se fue por la puta cañería por que siempre tuvo que trabajar para mantener a una familia la cual ella no pidió tener; para costearle el vicio de fumar a una madre que se había cansado de serlo desde hace mucho; una madre que cada vez que llegaba del part-time de limpieza, no hacía otra cosa mas que quejarse de los líquidos aquellos con los que limpiaba los orinales, los cuales – decía ella con un tono de mártir - le dañaban las manos (esas mismas manos con las que tan salvajemente te pegó esa vez que te fuiste para mi casa "sin permiso", a celebrarle el cumpleaños a mi mamá, a esa suegra que se desvivía mas por vos que por su propio vástago).

Ahora que lo pienso, yo creo que vos me pusiste primero en tu vida no tanto por que me quisieras, pero por que te sentías en la obligación de hacerlo: te sentiste endeudada puesto que viste en mí el efugio para ausentarte de esa vida tan gonorrea que te tocó vivir.

A ojos de la cuadra en la que vivíamos (llena de viejitas cantaletosas y amargadas las cuales no hacían otra cosa mas manosear escapularios), vos siempre aparentaste ser la mas "dada" a esta relación, y yo, como para variar, el hijueputa, el inmaduro, el rogao', el raro; como si no se necesitaran dos personas para que hubiese una pelea.

Pero esa manada de hipócritas la hubiese pensado doble antes de decir que yo no te quería si supiera cuantas botellas de vino deje de abrir, y cuantos libros deje oler por estar con vos, viendo películas insulsas en la misma cama sobre la cual ahora jugás con el otro. Pero esperar a que un montón de cuchas, quienes pecan y empatan, y que se ahorcan en camándulas, entiendan que significa el abandonar a Kierkegaard, a Kundera, a Joyce, a Vallejo, a Schwob o a Poe, es quizás mucho pedir.

El caso es que vos confundiste altruismo con sacrificio. Y eso, al igual que este relato, da tristeza. Vos misma das tristeza.

Aquel trance, lleno de bellos y agrios recuerdos, terminó a la par con mi Marlboro. Como por arte de magia, el perro dejó de ladrar y aquella música burda y sintética, volvió a asecharme. Yo creo que lloré. (Continuará...)


Juan E. Villegas

3.15.2007

Reflexión Política

El mundo marcha hacia el socialismo, pero hay muchas clases de socialismo. Y personalmente pienso que un socialismo totalitario —que reemplaza la miseria física por la espiritual, que manda al manicomio a sus grandes hombres—, no debe constituir nuestro ideal... (Entrevistador EGK: ¿Y cuál sería el ideal?) La formidable crisis del hombre, esta crisis total, está sirviendo al menos para reconsiderar los modelos. Y no es casualidad que en diferentes partes del mundo empiece a reivindicarse otro tipo de socialismo, más cercano a aquel que preconizaba Proudhon, o al que en nuestros tiempos han sostenido espíritus nobles y lúcidos como Mounier, entre los cristianos y Bertrand Russell, entre los agnósticos... Un socialismo que respete la persona, que termine con la alienación y la sociedad de consumo, que termine con la miseria física pero también con la espiritual, que ponga la técnica y la ciencia al servicio del hombre y no, como está sucediendo, el hombre al servicio de aquellas. Un socialismo descentralizado que evite los pavorosos males del superestado, de la policía secreta y de los campos de concentración...[

Ernesto Sábato

3.13.2007

Notas al Aire

Una teta erotizada, un cigarrillo piel roja sin filtro, un solo de piano, un libro de Fuguet, mi madre arreglándome el cuello de la camisa, esa niña cuya cintura no he podido aun macizar, San Pablo tomando tinto con Nietzsche. Yo, escribiendo todo esto.



Juan E. Villegas

3.11.2007

A Propósito de la Visita de Bush a Colombia

Me plazco de reproducir una carta escrita por el Cabildo Indígena colombiano, Cerro Tijeras., por motivo de la visita del presidente de los Estados Unidos a la tierra del guaro, la cumbia y el cafe.

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De grandes señores grandes mercedes” –por eso, lo menos que podemos hacer las y los colombianos es prepararnos para recibir con bombos y platillos al presidente de los Estados Unidos próximo a visitarnos:

Invitamos a los dos millones de desplazados a que vistan sus mejores harapos y marchen con pancartas de bienvenida. Motivamos a los 450 niños que quedaron atrapados en su escuela mientras ejército y guerrilla combatían en el corregimiento de Junín-Tolima, a que enarbolen la tricolor. Instamos a los casi dos mil secuestrados a que desde el cautiverio entonen el himno norteamericano.

Alentamos a los 300 funcionarios recién despedidos con la liquidación del hospital San Rafael en Barrancabermeja para que -sin acento ribereño, griten a todo pulmón WELCOME. Le proponemos a los 25 millones de compatriotas que no pueden comprar ni comer carne, a que le compartan su secreto para combatir la obesidad que aquejan los estadounidenses. Sería maravilloso que los recién desterrados en Urabá, Apartadó y Angelópolis por parte de las autodefensas (ahora Águilas Negras) no se quedaran a mitad de camino y llegaran hasta la capital de la república para que la comisión de recepción sea mayoritaria.

Nada mejor que las autoridades del 75% de los municipios amenazados actualmente por algún grupo armado le ofrecieran las llaves de sus respectivas ciudades. Que los 1.5 millones de bogotanos que caminan cada día y en promedio 30 cuadras desde de su vivienda hasta el lugar de trabajo (por no tener dinero para pagar el pasaje de bus urbano) desvíen unas cuantas cuadras el rumbo y lleguen a la Plaza de Bolívar.

Que los menores de Planadas-Tolima y el Cauca que no han iniciado el año escolar porque no les han nombrado docentes exijan profesores nativos de inglés. Convocamos a las víctimas de los paramilitares a que embellezcan con las mejores flores las fosas comunes en donde encontraron a los suyos, quizás desde la ventanilla de su avión el presidente Bush se maraville con tan bello espectáculo floral.

Que nadie se quede en casa, ninguno de los 21 millones de pobres ó de los 7 millones que viven en la miseria. Todos y cada una tenemos un motivo para acogerlo, pero por si acaso no podemos ir a recibirlo, si no alcanzamos a llegar o la suerte no está de nuestro lado....no nos preocupemos porque nuestro presidente –asesorado por su séquito de parapolíticos en La Picota, pondrá al tanto al mandatario de los USA sobre los pormenores de esta bella, equitativa y pacífica república bananera.

CABILDO INDÍGENA CERRO TIJERAS
Santander de Quilichao, Marzo 6 de 2007

3.06.2007

El Onomástico de Gabito

Felicidades Gabriel. Los Cien Años de Macondo suenan en el aire!!!!


Juan E. Villegas

3.05.2007

Pequeña Cantaleta Diurna

A eso de las cuatro y treinta de la madrugada, la llave saltó del bolsillo izquierdo de mi deshilachado jean y se incrustó en la cerradura de la puerta frontal de mi casita. Una gélida ventisca hizo que mi rostro y mis manos se pusieran rojas, como la vez aquella en
la que aun siendo niño, me quemé con la plancha de vapor la cual yo pensé estaba apagada y placenteramente fría. El vecino recién salía de su casa rumbo al trabajo, y el periódico de ese día ya dormía junto mi puerta.

Para nosotros, los niños “criados al estilo Colombia”, esa no era hora de llegar. Al cerrar la puerta y echarle pasador, me encogí de hombros y apreté mis labios fuertemente, como si estos gestos fuesen a evitar que la puerta no vomitara ningún sonido. Sin dolor alguno, los números color verde fosforescente del reloj de la caja del teve-cable de la sala me recordaron una vez más lo tarde que era. Por mas despacio que intentaba caminar para no invocar a la bulla y despertar a mi mama, mi padrastro y a mi hermano, mis mugrosos tenis rechinaban bellamente contra los maderos del piso de la sala y la cocina.

Sabía que el ruido no habría podido ser echado de menos por mis padres; sabía que mi mama estaba ya esperándome para darme el sermón. Y aún así, conservaba la esperanza de poder acostarme sin que nadie notara nada y de al otro día poder levantarme y desayunar con ellos pan de queso remojado en chocolate en la mesa, sin que cuestionaran mi proceder.

No fue así.

Abrí la puerta de mi cuarto y prendí la luz. Pareciese que mi vieja estuviese levitando sobre la cama en la que tanto he llorado, apuntándome con esos ojos color azabache tan lindos que tiene, los cuales en ese instante habían abortado el semblante noble y cariñoso que siempre la ha caracterizado.

- Lindas las horas de llegar, Juan Esteban. ¿Qué tal es el servicio en este hotel? -exclamó en un tono de voz el cual me sonó cariñoso por un instante.

- Tengo siete cafés oscuros en mi cabeza y cuatro cigarrillos. Conté varios chistes, me reí en dos ocasiones y filosofé con mis amigos. ¿Qué más quieres que te diga, mami? Respondí yo mirándola a los ojos detenidamente, para calmar sus ansias de saber si estaba o no bajo la influencia de la hierba divina que tanto detesto.

El discurso se extendió por unos cuantos minutos.

Cuando están bravas, las mamas tienen la habilidad de dar a conocer sus temores de la manera más seca y lacerantemente posible. Mientras ella me hablaba, yo me dispuse a desvestirme y ponerme el pijama. Sin sentarme y con el mejor de los equilibrios, puse mi pie izquierdo en el aire y me desamarré los cordones de mi zapato. Al ver mi equilibrio ella supo que el cuento de los cafés oscuros era cierto. Era esta una guerra, una guerra dulce, sin odio, tan solo con el afán por querer demostrar que no había razón para estar enfadados el uno con el otro. Ni ella conmigo por llegar tarde, ni yo con ella al ver que tan intensa se había estado colocando últimamente a causa de mi reciente implosión social.

De un momento a otro, su cara se puso roja y lágrimas comenzaron a esquiar cuesta abajo, deslizándose lentamente por sus tersas mejillas de satín. La besé en la frente, la abrasé con miedo y le dije que se pusiera un suéter y se fuera a dormir.

Y entonces supe el porqué de mi pasión por las planchas de vapor de cuando estaba chiquito.

Juan E. Villegas